Esta mañana leía que si agrupamos los alimentos de temporada más saludables en un sólo plato, obtendríamos un gazpacho, y no puedo estar más de acuerdo…
El gazpacho, esa delicia de verano; tomate, pepino, pimiento, ajo, pan, aceite de oliva y un toque de vinagre de vino, tan sencillo, tan delicioso, tan refrescante, tan sano…
Como tantos otros platos de nuestra gastronomía Ibérica, los orígenes del gazpacho se remontan a la época histórica de Al-Andalus, desde el califato de Damasco y posteriormente el de Córdoba, se fueron introduciendo la mayoría de nuestras hortalizas, frutos secos, verduras en general y frutas tan típicamente españolas, como la sandía, el melón, melocotones, albaricoques, higos, plátanos, y un largo etcétera.
Y desde la península, gracias a la revolución verde introducida por los musulmanes en plena época medieval, se comenzó a tener tanta disponibilidad y variedad de alimentos que se exportaron a toda Europa, creando acuerdos comerciales a lo largo de todo el continente. Se mejoraron los cultivos, haciendo estudios de los mismos, introduciendo nuevos sistemas de irrigación agrícola y nuevos vegetales por doquier, era tanta la riqueza, disponibilidad y variedad, que ello hizo germinar una explosión social y cultural; arte, medicina, matemáticas, astronomía, gastronomía, literatura, arquitectura, misticismo, humanismo… Se dice que el movimiento renacentista europeo, la salida de la época oscura, se originó aquí, en Al-Andalus.
No renunciemos a ninguna parte de nuestra historia, es grandiosa y todo lo que hemos recorrido como pueblo, lo que han vivido nuestros antepasados, nos ha llevado hasta lo que hoy somos y nos llevará hasta lo que queremos ser.
Volviendo al gazpacho, antiguamente se utilizaba esta palabra para denominar cualquier tipo de sopa o majado con base de pan, aceite de oliva, vinagre y sal. Posteriormente, se le fueron añadiendo hortalizas e incluso frutos secos dependiendo de la región, dando lugar a diferentes versiones de gazpachos fríos y calientes, el más conocido y extendido es el gazpacho andaluz, pero también tenemos el ajoblanco, salmorejo, gazpacho manchego, zoque, gazpachuelo, porra fría, porra caliente, porra de Antequera, la moraña, el cojondongo, etc.
Cada región, cada pueblo y cada casa, tiene su propia versión del gazpacho.
Así que, os voy a contar mi versión casera más reiterada, que es un gazpacho andaluz con cebolla blanca dulce y sin pan.
Os cuento la receta (para 2 litros, porque os lo beberéis como agua):
- 5 tomates grandes bien maduros
- 2 pepinos
- 1 pimiento verde (variedad «italiano»)
- 1 cebolla blanca dulce
- 1 diente de ajo
- 1 buen chorro de aceite de oliva vírgen
- 1 chorrito de vinagre de vino
- Sal marina integral al gusto
Lavamos bien los tomates y el pimiento, los cortamos en trozos sin preocuparnos demasiado, ya que lo pasaremos todo por la batidora. Después pelamos los pepinos y la cebolla, troceamos y a la batidora.
Ahora, en un mortero, machacamos el diente de ajo con un poquito de sal, y lo agregamos con el resto de ingredientes.
Echamos un buen chorro de aceite de oliva vírgen, chorrito de vinagre, punto de sal y finalmente 3 vasos de agua.
Ahora a batir, hasta que obtengamos una crema liquida, ligera y muy fina.
Probamos el punto y si nos gusta, lo vertemos en un par de botellas de cristal o un recipiente grande y a la nevera un par de horas hasta que esté bien fresquito.
Os lo beberéis como agua y a cualquier hora … ¡Y más con esta ola de calor!!!
¡Os sentará de fábula, lo disfrutareis, os hidratará y os regenerará!
Por favor, no dejéis de hacer gazpacho casero, no se tarda nada, no es complicado, lo haréis siempre a vuestro gusto y sin conservantes, colorantes ni aromatizantes de ningún tipo.
Ya me contaréis.
Un abrazo y ¡suerte!!
V&V
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